Monday, December 18, 2006

El esclavismo a examen


Lars von Trier se significa como uno de mis directores favoritos. No es un director que nos acostumbre a cintas express, más bien tienen un largo periodo de gestación, y ello es algo que se agradece en estos tiempos de historias prefabricadas, adaptadas y con un tufo a plástico de lo más común.

¿Por qué me gustan sus películas?, por su propuesta de plantear dilemas éticos que exponen, me parece, de manera inteligente la simple profundidad del ser humano, por la forma en que su cámara se mueve en todo momento, por las ediciones de la cinta, lo que obliga gratamente al espectador a completar, a ser parte activa del relato, por los rostros que captura, dejando espacio para el diálogo, pero también a la reposo de las expresiones en sus actores.

Cintas como, Bailando en la oscuridad, Dogville y recientemente Manderlay tienes en común el cuestionamiento a las reglas con que la sociedad norteamericana se mueve, a los valores que la soportan, a los principios más relativos y viciados en los que se funda el sueño americano.

Deseo hablar de Manderlay, que se significa como un lugar ubicado en el sur de Estados Unidos, claro, los estados sureños, tan proclives al esclavismo, este flagelo que se trata de cubrir con el fervor democrático, pero que sigue siendo una cuenta no saldada en el imaginario colectivo americano.

Manderlay es un relato en 8 capítulos, en donde de manera genérica se puede decir que Grace, hija de un gangster, decide que debe quedarse en un lugar llamado Manderlay, pues siente un compromiso y deuda moral (compasión, que desea llegar a esa gloria llamada agradecimiento eterno por mostrar el camino correcto, como todo profeta lo desea) con los aún esclavos que trabajan en dicha propiedad.

El hilo conductor visible es la manera en que Grace, apoyada por un grupo de gangsters cedidos por su padre (el siempre fino Willem Dafne), es decir, a punta de pistola, va mostrando a los esclavos que la libertad es el bien más preciado de la humanidad. (“Libertad. Horrible libertad”, gritan las hormigas al ser liberadas de manera accidental por Homero Simpson, claro, el célebre capítulo en que Homero va al espacio).

¿Por qué es el hilo conductor visible?, porque en el cine de Lars von Trier siempre hay una subtrama que se va tejiendo para que de pronto salga a la superficie y te haga sentir muy bien por haber visto cine inteligente. Se expone la productividad, la democracia, las elecciones, el deseo sexual, el sometimiento a reglas no escritas, entyre varias más).

Las actuaciones de Bryce Dallas Howard (Grace), Isaach De Bankolé (Timothy), o Danny Glover (Wilhelm) llenan la pantalla, porque el director les da espacio, los deja desarrollarse, le a cada uno un carácter, un fondo, expone sus miedos, sus debilidades, por que los ubica en situaciones irónicas.

Veamos ironía simples, los esclavos no tiene la iniciativa de arreglar sus barracas y así dejar de sufrir por la goteras, es Grace, la guía de la iniciativa de la libertad la que les da la muestra al iniciar clases de democracia, de decisiones para que usen los árboles que rodean Manderlay, aquellos que los amos, los blancos, nunca quisieron tocar en su odioso papel de dueños de la vida y sus riquezas.

Y sí, las casas se arreglan, todos trabajan, todos son felices, hasta que llega una tormenta de arena, la primera de la que se tiene memoria, claro, ya no están los árboles que protegían a la comunidad, y tras sufrir tormenta, entre otras cosas, una niña cae enferma, lo que ocasionará otro tipo de dilema moral bien interesante, ¿se hizo lo correcto talando los árboles?, ¿era mejor sufrir las goteras?, ¿la iniciativa de mejorar trajo una desgracia?

A lo largo de la historia Lars von Trier va a modelar a los personajes, expondrá los trucos con que se mantiene siempre atrapado en deudas al esclavo (al colonizado, al tercermundista, etc.), la manera en que la fuerza más generosa termina corrompida, a identificar ese aparente mal equilibrio del sistema esclavista que es cuestionada no es su extinción, sino en la conveniencia de su permanencia.

Pero el punto más excitante para un servidor es la clasificación de esclavos que se encuentra en un misterioso libro que pertenecía a la dueña de Manderlay. Ese libro que puede ser cualquier dogma, al que se le respeta, más allá de razón, que tiene las respuestas si las queremos ver, y que por asombroso que parezca, por opresor que pueda parecer, es producto de la misma gente que sufre sus efectos, ¿acaso no es esa la historia de una religión fanatizada, de un régimen fascista, de un modelo de vida globalizador?

Y la mejor forma en que el director cierra la historia es volviendo esa fuerza liberadora en lo que cuestionaba, en la fuerza que castiga, que golpea, que confirma superioridad, que destroza la piel a latigazos. Donde se funde odio y superioridad, donde se cuestiona la formación de un mundo nuevo.

Manderlay es una denuncia del modelo americano más hipócrita, por favor, vea la cinta hasta que pase el último crédito, que también es relato de la cinta. Pues el cine de Lars von Trier es inteligente, de muchas lecturas, un cine que desquita cada minuto de proyección y que se tiene que disfrutar con ojos muy atentos

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1 Comments:

At December 24, 2006, Anonymous Anonymous said...

me encanto tu comentario y creo que tienes un sentido muy objetivo para poder criticar o dar tu comentario acerca de peliculas como esta, si se le da libertad a un hombre que nunca la ha tenido acabara enloquecido por esta, tal vez por eso hay clases sociales de todo tipo, para docificar que tan libre y que tan alto puede volar un hombre. Gracias por deleitarnos por comentarios como este, son magnificos

 

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