Saturday, July 07, 2007

Un dilema que se queda en intento


En las salas cinematográficas de la ciudad de México se está exhibiendo Vainilla y chocolate. No puedo decir que salí contento, es más, hubo algunos detalles que me agradaron, pero eso al mismo tiempo hace que me sienta un tanto decepcionado.

Todo esto viene a cuento porque me he dado cuenta que me encanta el cine, el discurso existencial, es decir donde el dilema gana al final bonito, por decirlo de alguna manera. Como detalle, ver una cinta como el clásico Ladrón de bicicletas de Vottorio de Sica te deja en una situación de angustia, de desesperanza, vamos, de sentimientos encontrados, en donde el director te obliga a trascender la historia y ubicarla en la perspectiva profunda del sentido humano. En el caso de Vainilla y chocolate se pudía, pero el director no se atrevió.

Ciro Ippolito, director del film en cuestión, nos presenta a Penélope (María Grazia Cucinotta), llamada por todos como Pepe, maestra de piano, como una mujer insatisfecha, infeliz, víctima de las infantiladas y cabronadas de su marido, Andrea (Alessandro Preziosi). La decisión esperanzadora para Pepe es regresar a su origen, la casa de su entre severa y maternal abuela.

Claro, la decisión de Pepe es en parte huir de su agobiante entorno familiar, y a la vez se significa como una oportunidad de “hacer” madurar a Andrea, quien ahora tendrá que encargarse de sus tres hijos, dos adolescentes y uno de no más de 7 años. Puede ser, un entorno asfixiante puede propiciar que el más templado de pronto necesite espacio y distancia.

Pepe, ya instalada en la finca de su abuela, tiene una serie de evocaciones de su infancia, de su despertar a la vida (¡que cursi!, prometo ser más cuidadoso para la siguiente), y así vamos viendo algunos detalles de su madre y sus canitas al aire, del día en que conoció a Andrea (algo así como recordar el destino), los consejos de su abuela, en fin, detalles que pueden ser adecuados para crear el ambiente de Pepe y entender su vida. A la par de ello, Ippolito juega con la “nueva” vida de Andrea y sus tres hijos.

En este torbellino donde Pepe siente que ha sido la tonta en la infidelidades de Andrea, aparece el recuerdo y vivencia del amate de Pepe, Carlos Martínez (Joaquín Cortés), este me parece el momento más importante y fundamental de la cinta, donde los cuestionamientos pudieran darse, y sin embargo, me parece que se dejan pasar de largo para dar una lección moral.

La historia de Pepe y Carlos es lógica, un hombre de porte cautivador pone sus ojos en una mujer casada. Él trata por todos los medios acercarse a ella, hasta que ella accede. Se entiende que no puede estar con Carlos por ser casada, y también porque Andrea es el hombre con el que ha decidido estar (ojo, que no menciono amor). Finalmente Pepe vive su historia de amor, pues para que la dama tenga esa historia necesita sentir algo hacia ese sujeto (¿a quién no nos han puesto de pretexto el amor para darnos largas a ciertos temas?).

Bueno, Carlos logra romper esa barrera, Pepe se entrega a él, es plena, es dichosa, el feliz…, hasta que Carlos le pide que deje a su marido y se case con él, que junto a sus hijos formen una nueva familia, claro, para que tengan el suyo, el propio. Ahí el encanto se rompe. Se valdría preguntar, ¿por qué una mujer desea sentir amor para tener una aventura, pero cuando corresponden a su amor sale huyendo?

Es aquí donde la cinta, me parece, rompe el hilo de historia y se vuelve una lección moralina. Pepe tendrá que regresar, Andrea dice que ya aprendió y que va a cambiar (¿?) y el amante fogoso es castigado con un cáncer que casi corta sus lujuriosos sentimientos.

Con todo ello, la historia quiere abarcar tanto que termina dejando cabos sueltos: La hija de Pepe tiene desórdenes de alimentación, una escena que presenta pero no concluye nada, la misma hija que repite el despertar sensual de Pepe, pero es “protegida" por Andrea, unos diálogos entre Pepe y su madre que son flojos, pues nunca llegan a la médula de la justificación o del reclamo. Del final, ni que decir, sentí que estaba sufriendo la conclusión de cualquier capítulo de "Lo que callan las mujeres".

De verdad que me quiere gustar el cine italiano, pero me parece que es irregular, por ejemplo, la musicalización, por momentos tiene a influencia de Ennio Morricone, no está mal, pero hay que evolucionar; en otros la música en tan estorbosa que parece que se puso una cinta de Camilo Cesto (ya se imaginarán), digamos que este cuadro lo rescata la música y voz de Joaquín Cortés, quizá esa debió ser la base de todo el arreglo musical.

La fotografía no es mala, el entorno mediterráneo ayuda mucho, los encuadres tiene buena profundidad, y los ángulos que hay a lo largo da la cinta le den un toque de cierta frescura, se ve el estilo del director en romper lo cotidiano en ese sentido.

Del origen y nombre de la cinta, bueno, suena como una buena idea, pero me parece que es como una alegoría para decir que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, la misma cinta se encarga de machacar esta idea.

En fin, habrá que reflexionar sobre algunas cuestiones más por iniciativa que por la propuesta de la dirección. Se pueden pasar algunos instantes divertidos, pero esperar los grandes cuestionamientos del ser humano, caray, se tendrá que seguir viendo a Lars Von Trier, Kusturica, Wim Wenders, en fin, los clásicos que por algo son lo que son.

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2 Comments:

At July 14, 2007, Blogger mauricio mejia said...

Maestro: Le aviso que tiene usted un nuevo fan. La admiración que despierta en mí es inefable como su inteligencia.

Pensé que yo era capaz de ver y sacar conclusiones de las películas que he visto; estaba equivocado. me ha sacado del error, es usted el Mesías.

Nos vemos.

 
At September 06, 2007, Blogger Srta. Maquiavélica said...

me gusto tu blog¡¡porq amo el cine igual q tu jejee¡¡esa movie q mencionas me dio flojera verla jeje
aqui andare leyendote

 

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