Monday, January 21, 2008

El viaje místico, pero sin exageraciones




Dice una expresión muy antigua, no por ello menos cierta: los caminos del Señor son misteriosos, y es que fueron poco más de dos meses para que volviera a escribir en este espacio para deleite (?) de mis cuatro lectores. Los motivos fueron varios, entre ellos el que no encontrara algo muy atractivo en la cartelera (Sultanes del sur no entra en las expectativas).

Hace dos años tuve la oportunidad de llevarme una grata experiencia con el estilo narrativo de Wes Anderson, en esa oportunidad disfruté Vida acuática, que contaba la vida entre torpe y divertida de Steve Zizu (un documentalista marino, al estilo de Cousteau). En aquella ocasión la musicalización de la cinta, más el jugo que sacó a actores como Bill Murray, Owen Wilson y Jeff Goldblum me resultó muy atractivo.

En Viaje a Darjeeling, la nueva propúesta de Anderson, la grata impresión se mantiene, incluso se supera, sin que por fuerza signifique una historia del todo novedosa o única.

Viaje a Darjeeling es el pretexto que toma Anderson para recrear un tipo de historia que nos remite al viaje de los Beatles por la India. Es más, la música que predomina en la cinta tiene todo el sello de este grupo.

La acción es simple, Jack (Adrien Brody) y Peter (Jason Schwartzman) se encuentran en un tren de alguna ciudad hindú, se ven, se saludan, y pareciera que han estado juntos toda la vida (Peter acaba de estar en París, lo que se ve un corto al inicio de la cinta), es hasta que llega Francis (Owen Wilson) que descubrimos que estos tres pesonajes son los hermanos Whitmann, y que están en ese viaje para tener diversas experiencias místicas para llegar a lo más profundo de ellos mismos (porque así lo determinó Francis, el hermano mayor).

¿Cuál es la razón priumera de que esos tres hermanos estén ahí?, bueno, todo es sencillo si vemos la cara totalmente lacerada de Francis, producto de un accidente de motocicleta, y que al salir vivo toma la decisión de que sus dos hermanos tienen que realizar un viaje místico por templos y lugares mágicos para encontrarse a sí mismos. La razón de fondo es ver a la madre que no estuvo en el funeral del papá de los Withmann.

La descripción de los personajes se hace muy divertida al ver cómo Francis busca ser el guía, el que da las órdenes, no se conforma con dar todo el itinerario del viaje, incluso decide qué van a comer sus hermanos. Pero esta familia no está bien, los tres hermanos son adictos a analgésicos (así son sus borracheras), sobre la muerte del padre se nota que hay dudas y cuentas pendientes, eso sin contar que la madre está en una convento cristiano hindú y que por si fuera poco, no desea verlos.

En este microcosmos creado por Anderson es que sus personajes van creando sus espacios, muestran sus perfiles: Francis y la dominación del mayor, Jack no dejándose intimidar por Francis y Jack que siente deseos carnales pro la guapa mesera del tren en que viajan; eso sí, los tres unidos por ser el confidente de alguno de los otros hermanos, sin que eso signifique ni confianza, discreción, o aceptable comunicación.

¿Cuál es el resultado de esto?, inicialmente un absoluto fracaso, el director expone que el viaje místico no es por encargo, no se da por itinerario fijo, no hay netas que a fuerza nos abran los ojos. Viaje a Darjeeling recrea lo que es un viaje de búsqueda auténtico: donde las circunstancias se topan contigo y tienes la decisión de comprometerte o no.

En una mataforización maravillosa, los tres hermanos vagabundos tratan de salvar a otros tres hermanos que tratan de cruzar un río embravecido, y es ahí donde la historia da un giro, es ahí donde el valor de esas vidas sin cohesión empiezan a conformar una nueva realidad.

La cinta de Anderson, a partir de esta metáfora empieza a tener la unidad de todos sus elementos, por medio de simples flash backs es posible ordenar lo que parecía estar suelto. Claro el viaje se tiene que completar, se tiene que buscar a la madre metida de misionera, y que es el pretexto para poner una, a mi juicio, plena integración de todos y cada uno de los momentos la cinta, pero no con un tono santurrón o moralino, sino de integración de las partes, esa visión holista que vemos tan “simpatica” de oriente, pero que como occidentales nos negamos a ceptar.

Viaje a Darjeeling es disfrutable por la fotografía, por la musicalización, por el mensaje de búsqueda, pero sin caer en las tentaciones de terminar en un documental de corte folklórico, tan sólo es una historia en donde Anderson nos muestra lo que es el viaje de los Whitmann, mismos que quedan listos para enfrentar las cosas pendientes que dejaron en sus respectivos mundos.

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