Friday, October 26, 2007

Una historia feminista con rostro masculino


El universo femenino, por naturaleza, es complicado, cualquier sujeto que haya tratado de comprender la mente de una mujer entiende que un tratado de física cuántica es más simple.

En el caso del cine me ocurre algo similar. De manera directa, podría decir que en los 10 años que tengo de ver sistemáticamente cine encuentro honrosas excepciones: La vida sin mí, de Isabel Coixet; Sexo por compasión, de Laura Maña; A corazón abierto, de Susane Beir; por ahí existe una comedia alemana llamada Nadie me quiere, de Doris Dörrie; y bueno, pues esta semana se integra una más de estas excepciones a la lista: El favor, Eva S. Aridjis.

Aún así, El favor tiene algo especial, que igual por mi profunda ignorancia me exhibo, pero de todas formas lo voy a escribir: es cine feminista donde el papel central es masculino, sin que ello implique situaciones de homosexualidad.

Lawrence (Frank Word) y Caroline (Peige Turco) fueron pareja de juventud, novio de preparatoria, y en un breve flash back se expone la situación: la joven pareja está por separarse para irse a estudiar a universidades distintas. La promesa de amor eterno y el deseo carnal se conjuntan en una sola noche. Lawrence asegura que desea a Caroline como su mujer para siempre y Caroline es la que tiene la hormona desbordada. Francamente me parece una audacia de la directora el cambiar los roles afectivos y emocionales.

Sí, el tiempo pasa. 25 años después vemos a un Lawrence ya abordado por los años, calvo, sin su fina figura, vive solo, su única compañía es una perrita Lucy (perra se oye brusco) que bien puede ser la representación de Caroline. Es un fotógrafo de mascotas (todos hemos sido tentados por esa frenética y emocionante profesión) y también toma las impresiones de los detenidos en la cárcel local. La vida de Lawrence es una perfecta y gigantesca x.

Caroline, en la línea opuesta, sigue siendo una mujer atractiva, una madura ejecutiva que regresa a la ciudad de origen por la enfermedad de su padre (Alzhaimer), y bueno, ya divorciada del patán con el que concibió un hijo (¿que mecanismo perverso tendrán las mujeres para dejar al noble, casarse con el patán y terminar regresando para decir: la verdad siempre supe que el noble era el indicado?).

Lawrence es un sujeto tierno, hogareño, limpio, metódico, sereno…, bueno, que bonita mujercita sería. Lo fácil para una dirección emocional sería poner un reencuentro con Caroline, echar frases cursis, y después de algunas situaciones cardinales poner que el amor triunfa, que se da el amor en el otoño, o mejor aún, que por sus estilos de vida descubren maravillados que por 25 años creyeron una monumental mentira de amor.

No, la vida va a dar un giro diametral, partiendo del accidente más absurdo, más inverosímil, de esos que abundan cada día si nos ponemos a ver con atención nuestro alrededor, por lo que Lawrence termina siendo el tutor del hijo adolescente de Caroline: un auténtico gandul que no habla, que anda en su universo, que está chico para ser adulto y grande para ser niño: irresponsable en la escuela, con actitudes autodestructivas y con deseos de libertad económica y emocional (adicción a las drogas, pues)

Aquí viene otro acierto de la Aridjis, la relación de Lawrence con su nuevo “hijo” no está cargada de frases heroicas, no hay expresiones lapidarias, no hay meta conceptos (¡que palabras me apunto!) para dejar la moraleja en el cautivado espectador. No, la relación es fría, incomprensible, de notable incertidumbre de qué hacer. Ambos son dos extraños que tienen una pérdida en común. La ausencia de Caroline los ha metido en una misma casa y ninguno de los dos está preparado para la convivencia, ya no digamos para ternuras y afecto de familia.

En este entorno es que Aridjis empieza a entretejer temas afines, esos vínculos que hacen a la gente recapacitar de a dónde va la vida, del impacto de nuestros actos, vamos, de que a este chico gandalla le quede la certeza de que lo que hace tiene consecuencias. Reitero, no encontré en los diálogos de la cinta frases de exagerada ternura, para ello se encargan los movimientos de cámara y la musicalización, que sin ser elementos excepcionales llenan esos huecos de la estructura narrativa.

Varios momentos y catarsis irán moldeando esta relación de dos desconocidos. Lawrence admitiendo que ese chico es, finalmente, la oportunidad de tener ese hijo que nunca pudo tener con el amor de su vida; para el chico, descubrir que Lawrence es la mejor (única) opción si es que quiere hacer algo de su vida, tomar compromiso por algo o alguien.

El fin de la cinta sí tiene dos momentos emotivos, sí, hay que dejar salir esa lágrima, esa emoción cuando los dos protagonistas de la historia, luego de la crisis descubren que sólo tienen a ellos, y donde un moviendo largo muestra en la calle la oportunidad, el destino que puede salvar a un chico desorientado: una chica.

Es necesario ver El favor, es obligatorio dejarse lleva por una historia sencilla, pero bien contada, al menos eso me parece. Que las dos horas en la sala de proyección sea del agrado de mis cuatro lectores.

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