Wednesday, March 05, 2008

Un ateo vendiendo su alma a Dios





Boogie Nigths (1997) y Magnolia (1999) son cintas que aparecen en la filmografía de Paul Thomas Anderson, y me atrevo a decir que en cada una de ella va superando su calidad narrativa, su profundidad de emociones y la eficacia de la trama, incluso superando el horrendo título impuesto de Petróleo Sangriento, su más reciente trabajo.

En su momento critiqué a Ang Lee en Secreto en la montaña, pues la historia se convirtió en una serie de estampas con poca relación, sin fuerza en los personajes y que me parecía que después de 45 minutos había agotado el dilema (por cierto, mantego mi afirmación). En el caso de Petróleo sangriento, también se van tejiendo una serie de andanzas, pero con la cualidad de ser fuertes, de ocultar parte de su información para momentos posteriores, de tal manera que hasta los últimos 5 minutos hay sorpresas guardadas para el espectador.

Anderson centra la narrativa fílmica en Daniel Plainview (Daniel Day Lewis), y en el nombre mismo pone el sello del visionario. Daniel es un minero que a base de golpes, accidentes y mucha astucia pragmática va armando un emporio petrolero en Texas (sí parte bonita que se quedó en EU).

Daniel es un hombre práctico, frío calculador, con lógica de negocios, pero no por cuadrar los números (cosa ya por descontada), su lógica consiste en saber negociar, en saber conceder y en saber cobrarse en el momento indicado. A medida que logra un negocio va confirmando su idea de supremacía sobre los demás. Daniel es algo así como una manifestación viva del Leviatán, donde la óptica que predomina del ser humano es mísera, reduccionista, plagada de ambición, traición, y eventual supervivencia del más sanguinario.

¿A qué se tiene que sobreponer Daniel Plainview?, a un oficio como la minería, tan riesgosa como en la actualidad, pero con menos difusión posible, a una comunidad religiosa (la Iglesia de la Tercera Revelación) que es encarnada por Eli, un pequeño fanático que en nombre de Dios busca lo más jugoso de los negocios terrestres; además de la férrea competencia de la naciente industria petrolera.

¿Tiene Daniel algún tipo de descanso en su frenética lucha de poder?, su hijo,. Un chico simpático, agradable a la vista, que es algo así como la cara tierna que ofrece al momento de cerrar negocios. Plainview es también visionario en ello, sabe que su rostro y sus asuntos son rudos, y una cara inocente y juvenil le abrirá la aceptación de granjeros que ven en la tierra el mayor bien del planeta (aunque sólo haya piedras y tierra).

Pero a medida que Daniel va concentrando sus logros tendrá que ceder más cosas, por ejemplo el convertirse al culto de la Tercera Revelación (una escena muy simpática), a la aparición de un medio hermano aparecido de la nada, e incluso vivir con la sordera de su hijo, producto de un accidente en una torre petrolera.

Pero cuidado, no nos vayamos con el engaño, Daniel va a conseguir una opulencia absoluta, y sin embargo la dirección de Anderson no olvidará que se trata de un personaje ambicioso de poder, de demostración, que se encuentra feliz durmiendo el piso, ebrio y grosero, que busca destrozar a todo aquello que le represente una amenaza o competencia, de lo cual será víctima también su hijo, ¿la revelación del final será producto de su ira o de por fin revelar una verdad?, habrá que reflexionarlo.

Por supuesto, el remate de la cinta es contundente, es brutal, es una alegoría de lo que desearía cualquier ateo que vendió su alma a Dios con tal de hacer negocios y que termina por reclamar lo suyo, como si se tratara de un Tartufo que sí logró salir victorioso.



Petróleo sangriento (me parece más atinado el literal Puede ser sangre) es una cita que se apoya en la narrativa visual, en secuencias muy empáticas (una pierna rota, un obrero muerto por un tubo suelto, entre otras), por discursos muy crudos y muy persuasivos, con planos muy amplios, con con cercanía a las emociones de cada personaje, y todo ello enmarcado con una banda sonora (Jonny Greenwood) que delata ambición, asechanza y un ritmo que incluso ni parece de Hollywood.

Petróleo sangriento me parece una gran cinta superior en ciertos detalles a Sin lugar para los débiles (aclaro, esta cinta me gustó y más adelante se comentará); sin embargo, la cinta de Anderson es una muestra, a mi parecer, de un director maduro que escarba en las actitudes que han hecho del imperio americano ese tirano cínico y traidor que a la fecha conocemos.

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2 Comments:

At March 17, 2008, Blogger Salvatore said...

Ni modo tendré que verla. Más allá de la trama, que se ve que está buenísima, me llamó la atención eso que dices de que Thomas Anderson en cada película se ha ido superando.
Yo he visto las dos anteriores y ambas me han parecido unos señores películones. Boogie Nights me gana no sólo por un Burt Reinolds que actúa bien chido, sino por la nena que siempre anda en patines.
Mientras que Magnolia, me para uno de los mejores acercamientos al Realismo mágico literario, que una película del main street ha sabido retomar adecuadamente. La escena en donde llueven ranas, es una de las más memorables de cuantas películas he visto.
Quiero aprovechar para felicitarte, porque veo que has ido mejorando tanto tu estilo, como el contenido de las cintas que recomiendas. En ese sentido, te pasa como Thomas Anderson, en cada reseña o crítica te has ido superando.

 
At March 17, 2008, Blogger Salvatore said...

Por cierto, ¿ya viste que la chica de Colombia, a quien como a ti no le gustó la película de los Coen, ya te recomienda en su espacio?

 

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