Tuesday, September 11, 2007

La actualidad de los clásicos


A lo largo de este año me he clavado en asuntos de semántica y de análisis del discurso, disfruto sobremanera platicar, discutir, y buscarle razón a las estructuras narrativas. Tal vez sea una forma velada de envidia (espero que no) a los que tienen el arte de contar historias que nos atrapan. Me parece que Flaubert dijo que ninguna frase usada en sus relatos estaba de más. No sé si fue pedantería o seguridad, pero creo que ese es uno de los misterios que se han minimizado en estos tiempos en que hay una avalancha de malas historias (fílmicas o escritas) que sólo piensan en facturar.

Sobre esto del relato me ha quedado claro que necesita establecer paradigmas, que existen arquetipos, que hay semántica muy clara en el discurso (claro, si uno lo sabe encontrar), que un sin fin de acciones se encadenan, que algo sugiere una acción posterior, etc., ¿pero cómo hacer que todo esto funcione?, creo que todo descansa en la magia.

¿Todo este rollo a qué viene?, hace pocos días vi una semblanza de Harry Harryhausen, y uno puede decir, ¿y ese quien es?, bueno pues nada menos que el encargado de las animaciones en la película Jasón y los argonautas, y eso desencadenó todos mis recuerdos con mi primer encuentro con el cine.

Para cualquier lector (más allá de mis cuatro seguidores) menor de 25 años, no creo que lo que continúe les diga mucho. Empiezo mi exposición mítica.

Jasón y los argonautas, película inglesa de 1963, dirigida por Don Chaffey, nada tiene que hacer ante Matrix, Vengador del futuro, Transformers, Los cuatro fantásticos, o cualquier éxito maquilado en computadoras hollywoodenses, claro, esos chicos menores de 25 años estarán ahogándose en la carcajada, pero para el pequeño Carlos mítico (y contemporáneos) Jasón y los argonautas puede ser algo de lo mejor que se ha hecho visualmente en cine.

¿Cuál es la idea de Jasón?, exponer las aventuras del héroe para apoderarse del vellocino de oro y así poder reclamar el trono que le corresponde. ¿Por qué tiene argonautas?, sencillo, el barco en viaja es el Argos. ¿El resto de la historia?, la verdad es que la película se pierde en cuanto a su relato, como que al director, al final, se le olvida que tiene que regresar al abnegado Jasón a ejercer el trono, claro, si tiene el vellocino el resto se deduce.

¿Dónde está la magia de Jasón y los argonautas?, ¿dónde está el valor semántico?: en el trabajo de Harry Harryhausen quien fue el encargado de las animaciones de gigantes, hidra, arpías y los inolvidables esqueletos con los que se cierra la película.

Para mis lectores que ya rebasan los 30 años sabrán a lo que me refiero con la lucha a espadazos entre nuestro héroe y esos malandrines esqueletos, por eso es que cito a Antonio Toca: “Aún recuerdo siendo niño, la sorpresa que me produjo ver la famosa escena de la pelea con los esqueletos. Si ya de por si la secuencia causa admiración,
escuchar al propio Harry Harryhausen hablar sobre la misma, habla mucho mejor de ella, sobre todo por la complejidad que tuvo rodarla. Necesitaron cuatro meses y medio para realizar la secuencia, a un ritmo de 30 fotogramas por día, debido a los 135 movimientos que debían realizar para mover a los 7 esqueletos cada día (poco más de un segundo de película). En el mismo enlace en el que cuentan estas cosas, se puede ver que tuvieron que usar actores reales para simular la pelea, y algún dibujo con la idea que tenía Harryhausen sobre la secuencia”. (http://www.blogdecine.com/, 14 de mayo de 2007).


Esa es la clave de la cinta, por medio de exhaustivos fotogramas el director y su animador fueron capaces de crear un campo narrativo mágico, mover nuestras mentes a espacios únicos, inolvidables. Estoy de acuerdo que el mundo avanza, que a la fecha los trucos cinematográficos son mucho más elegantes, más profundos, con mayor fastuosidad, en fin, un técnico de animación puede dar un sin fin de detalles, lo cierto es que sin esos trabajos artesanales nada de lo que ahora se ve hubiera sido posible.

Jasón y los argonautas permite al cinéfilo romántico ver en la pantalla esa faceta del ser humano que busca el honor, que se mueve en el terreno de la magia, donde la mitología es el hecho cotidiano, donde hay cosas intangibles por las cuales luchar, donde el honor es el motor y no sólo la riqueza por la riqueza, es la lucha del héroe ante las adversidades para cumplir las profecías.

La aventura de Jasón remite al ser mitológico que es el humano, donde se actualizan nuestras emociones, lo que aparentemente no es pero sería fantástico que ocurriera, de cuando los caprichosos dioses se las pasaban fastidiando a los pobres mortales, de búsquedas que aunque externas concluyen en la más profunda de las introspecciones.

Pensemos por un momento, ¿quien no desea que su paso sea facilitado por Neptuno cuando atraviesa el desfiladero de las rocas que caen?, ¿en qué momento nos convencieron que la hidra no existe y que el vellocino de oro es puro cuento?, ¿en qué segundo se perdió la seguridad de que un gigante de cobre se anima al ser saqueado el recinto que protege?, ¿cómo estamos seguros de que un coloso no podrá tomar nuestro barco y sacudirlo hasta hacernos caer en las aguas del mar?, reitero, ¿es que de verdad no es posible que las calaveras no salgan efectivamente de la tierra y empuñen espadas?

Tal vez me ha atrapado la nostalgia, pero recuerdo que cuando “eso” era una verdad que en cualquier momento saltaba ante nosotros el mundo nos resultaba más sencillo, más coherente, más llevadero, pero sobre todo, más mágico. Insisto, no debemos exagerar el valor de la realidad, pues está tiende a ser pesimista y un tanto fría. La magia tiende más a la diversión y tolerancia.

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