Thursday, March 27, 2008

La fidelidad narrada en tatuajes


El cine de David Cronenberg, dentro de lo bien hecho que resulta, es perturbador. Revisando su filmografía, salvo algunas excepciones, es de gran intensidad, y de notable empatía con el espectador, y para mi el mayor ejemplo es Crash (1996), aunque Promesas peligrosas me parece mejor lograda.

Easter Promises (título original) es una cinta en donde se expone la forma en que opera la mafia rusa, pero no en un sentido de crimen por sí mismo, sino en sus códigos. El ambiente que se pondrá será el aducado y correcto Londres, que es uno de los lugares donde las familias mafiosas han extendido sus influencias.

Desde el inicio el director jugará con los sentimientos y emociones del espectador, un degollamiento y posterior preparación del cadáver (cortando dedos y arrancando dientes) mostrará el perfil necrófilo tan habitual en el negocio de la mafia. Paralelo a este círculo de ajusticiamientos, una enfermera partera se involucrará en el caso de una niña, recién nacida, que por extrañas circunstancias resulta estar involucrada con la familia de mafiosos en cuestión, un diario será la llave de entrada y que a la vez la expondrá a los naturales peligros que conlleva.

El reparto de esta cinta de Cronenberg descansa en Viggo Mortensen (su nuevo fectiche fílmico, pues ya lo dirigió en Una historia violenta), Naomi Watts (la enfermera partera), un soberbio Vincet Cassell (el patriarca mafioso), y Sinead Cusack como el hijo idiota heredero.




A lo largo de la cinta, el director canadiense gusta de jugar con los personajes en sus acciones, es decir, Nikolai (Motersen) es un chofer, y paulatinamente se va involucrando con la familia, conoce los códigos de la mafia, es discreto, gélido, eficaz, no tiene miedo y ya es inmune al dolor, domina los métodos, sabe que su madre es una ramera y que su padre no existió nunca, su única familia es la mafia.

Promesas peligrosas, además, tiene la gran virtud de poner una violencia en verdad profunda, es decir, lo que en otras cintas puede ser grotesco, incluso ridículo, como las cintas de terror, en las imágenes de Cronenberg resulta natural, crudo, pero justificado, la sangre y el dolor son parte del relato, y como tal hay que involucrarse, pues sus imágenes logran trasmitir lo que es el dolor y la angustia de la vida que se escapa por el tajo de una navaja.

Un secreto es lo que dará unidad y coherencia al relato, de nueva cuenta se pondrá un ambiente misterioso, de poca claridad para el que está fuera del círculo selecto, el escalar en la sociedad, el saber ver y callar, el relatar tu vida por medio de tu cuerpo tatuado es lo que veremos en Promesas peligrosas, pero no por ello hay que bajar la guardia, no todo en la maldad ni es unidireccional, existen normas y líneas que no se pueden saltar, trazos hereditarios, crímenes a infantes, o fidelidades a prueba de la dignidad misma se expondrán y el espectador tendrá que notar esto en el estilo fílmico de Cronenberg, o en su defecto, salir de la sala, pues no se trata de un cine cómodo.

Es muy seguro que quede para la memoria del cinéfilo la iniciación de Nikolai en su nueva familia, la lucha a muerte que tiene en un baño sauna (ahí si que hay una demostración clara del dolor, de dirección y de compromiso del actor), de los lazos que unen a una familia, donde lo que en verdad cuenta es salvar en todo momento a la cofradía, y en medio de todo ello, la defensa de la inocencia nacida de la misma barbarie.

Promesas peligrosas cuenta lo que desea el director en el momento adecuado, pues no hay empacho en guardar un as bajo la manga, sin el cuál la bondad y compromiso de vida no se podría entender.

De ninguna manera pretendo afirmar que la película de Cronenberg nos hará expertos en los códigos de la mafia rusa, pero sin duda es un acercamiento muy interesante, muy bien fotografiado y con una estética en sus cuadros, que mantendrá al espectador atento, muy tenso en su asiento, y al final saber que es posible que aún haya esperanzas de que en algunas ocasión, los buenos ganen.

Labels:

Tuesday, March 25, 2008

Falsificadores en una lucha real


Cuando uno pone un poco de atención en los registros históricos no puede uno menos que asombrarse de que las cosas hayan resultado como las conocemos. Sin duda que un hito del siglo XX fue la segunda guerra mundial, y por ejemplo no deja de llamar la atención que quienes estaban en verdad pactados en sociedad fueron los que perdieron, y lo aliados, que sólo tenían ese nombre, fueron los ganadores pese a sus notables rivalidades.


La cosa no para ahí, a la fecha las técnicas de propaganda y adoctrinamiento mantienen la esencia que perfeccionó Goebbels, y por si fuera poco, lograron desarrollar un sistema de falsificación que pudo llevar a la quiebra a la economía inglesa y americana, ¿entonces por qué perdieron?, tal vez por pactar con sus enemigos en plena guerra.


La Operación Bernhard fue ideada por Reinchard Heydrich, aprobada por Heinrich Himmler y ejecutada por un coronel de las SS llamado Berhard Krüger.¿En qué consistió?, el 10 de marzo de 1944 nueve prisioneros judíos de Auschwitz, presos por falsificación, cinco de ellos polacos, un holandés, un francés, un checo y un apátrida fueron llevados a Sachsenhausen para trabajar en un proyecto a gran escala de falsificación. Uno de los expertos del equipo de 142 falsificadores fue Salomón Smolianoff un ruso que falsificó billetes de banco británicos de 50 libras en 1927 y que fue arrestado en Ámsterdam. Otro fue Adolf Burger, un eslovaco judío experto en impresiones falsas. Burger fue apresado por la Gestapo por falsificar documentos de identificación personal para comunistas en Bratislava y enviado a Auschwitz (las memorias de Burger son la base del guión de la historia que comentaremos).


Este entorno histórico es el fundamento de la cinta Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky (director que ya ha dirigido Anatomia, y su secuela, dos cintas de suspenso), y que en esta ocasión plantea las diversas ópticas en que se enfrenta un lucha de supervivencia en un campo de concentración.


El dilema en simple, por así decirlo, los nazis están exterminando a las razas inferiores, los judíos en primer lugar, y sin embargo seleccionan a los más aptos en el “arte” de la falsificación para realizar la operación que más arriba se detalló. ¿Que hacer?, cooperar a fin de mantenerse vivos y bien alimentados en el campo de concentración es una opción, sabotear la operación para forzar la eventual derrota nazi es la otra posibilidad.


A lo largo de la cinta de Ruzowitzky se van encontrando momentos que aunque no llegan a un suspenso absoluto, sí queda en evidencia la lucha por la supervivencia, aunque se trate de presos VIP, en donde se encuentra tiempo para la negociación, para la aceptación de conveniencias ( Krüger reconociendo que no es nazi, pero en conveniente pasar por uno), Salomón cuidando de hacer su trabajo para conservar la vida, pero sin pensar en denunciar a quien está saboteando el trabajo de todo el equipo.



No me queda duda alguna de que Los falsificadores no pasará a la historia como la mejor película de dilema ético, pero si es una perspectiva un poco más honesta del holocausto, en el sentido en que se ve que los nazis no eran tan “honestos” en su convicción, eran capaces de limitar su brutalidad en pro de un beneficio, de judíos que vieron también el fenómeno con un pragmatismo que los ha caracterizado o incluso estigmatizado.


El valor de la cinta estriba en haber expuesto una lucha digna y honesta en medio de estafadores profesionales. Para algunos presos la lucha era mantenerse vivos, para otros era la forma de acabar con el monstruo desde sus entrañas, para otros era soportar el dolor del holocausto en su familia. Esa era la real batalla, una batalla tan evidente como las falsificaciones que a más de uno lo mantuvieron vivo.


Los falsificadores es una cinta muy amena, que se disfruta, con una fotografía que acentúa muy bien el estado de sometimiento, y que presenta una perspectiva más al holocausto, a mi juicio, una óptica más a real y cercana.

Labels:

Monday, March 24, 2008

La Zona, o la defensa de un estilo de vida


Enrique Galván, colaborador del noticiario de Jacobo Zabludovsky, explicó en una anécdota que un policía le había confiado en alguna ocasión que los cuerpos policíacos mexicanos son de los más capaces del mundo, pero si no se lograba hacer evidente este hecho era “porque no les dejan pisarle la cola al diablo”. Esta anécdota me parece que puede ser parte de la premisa de La Zona, cinta de debut de Rodrigo Plá.

La Zona no es un terreno común, La Zona no es un barrio exclusivo enclavado en lo más deprimente de la miseria, ni siquiera es un gueto de gente adinerada que ha decidido recluirse en ella para su “protección”, La Zona es un pequeñoEestado que se ha escudado en la intolerancia para limitar sus fronteras.

Honestamente no estaba muy convencido de ver la cinta de Rodrgo Plá, sin embargo me es grato poder dar un comentario favorable a esta historia, pues pone al descubierto lo más lamentable y triste de la condición humana, sin que por fuerza se encasille a un segmento en específico de los protagonistas.

Miguel es un adolescente de una colonia mísera, que colinda con la barda electrificada y filmada de La Zona, y un accidente, la caída de un espectacular, se convierte en una escalera en medio de una tormenta, con lo que el accidente se vuelve en una oportunidad de poder entrar a robar a las opulentas cosas del exclusivo fraccionamiento.

En la lógica que conocemos en lugares como la ciudad de México, los colonos de La Zona tomarán la justicia en sus manos, y es en ello donde la historia se volverá en caldo de cultivo de todo aquello que se hace “por el bien de todos”, es decir, lo escalofriante de la acción humana.




En un recuento de algunas de las atrociodades que nutren la cinta de Plá se puede apuntar la cacería humana que se organiza (como si hubieran sido entrenados por el KKK), la existencia de amparo que protege a los habitantes de La Zona de cualquier acción o investigación policíaca, y así podemos seguir, pero hay que ver la cinta para poder comprender eso que de tan simple aterra: una cosa lleva a la otra.

Los motivos de los protagonistas son amplios, los ricos consideran a la policía la fuente de la corrupción, de lo más asquerosos del sistema social, al cuál se sienten elegidos para dirigir (pues sólo hay una cosa peor que un policía corrupto, y es un policía que no se deja sobornar); la policía es movida por la búsqueda de exhibir a estos adinerados que se sienten superiores. No hay una búsqueda de justicia, mucho menos de solucionar el conflicto, la cosa es sencilla, se trata de un mano a mano entre autoridad y residentes, donde quien quedará en medio, para no variar, será el pobre, el miserable, que en este torbellino de intereses está desprotegido.

Poco a poco las emociones y los intereses van a ir moldeando las posturas de cada colono de La Zona, y como si se trata de mitología, los líderes más sanguinarios del fraccionamiento tomarán en control, justificaran su podredumbre, acomodarán las piezas que molestan (cualquiera sabe que un muerto hay que tirarlo a la basura), e incluso actuarpan en beneficio de la colectividad amedrentando a todo aquel vecino que no esté de su lado de manera ciega.

La cinta presentará un clímax que nos suena típico en la democracias bananeras que habitamos (es que no sé como llamar a las otras democracias) donde la solución es simple, un soborno, pero no algo tan asqueroso como poner dinero en la mano del corrupto, no, se trata de tener estilo, donde hay sujetos de traje, portafolios, números que se anotan en papelitos, vamos, se trata de un acuerdo de caballeros, ¿no? Bien decía en maestro Groucho Marx: "Disculpe que los llama caballeros, pero es que no los conozco". Policía y Sociedad se reencontrarán y podrán volver a vivir en armonía, pues ambos tendrán lo que reclaman, dinero o sangre.



Sí, Miguel tendrá la cantidad justa de sangre que saciará la sed de tan educados y finos colonos, gracias a ello podrán volver a vivir en tranquilidad, sabiendo que han acabado con un asesino miserable (y pobre), porque lo que ellos han cometido se da en nombre de la justicia (ojo por ojo), de las buenas costumbres, del buen vivir, y en donde como siempre, el pagano será el que no tiene dinero para comprar un

estilo de vida.

Sí, es posible que más de un personaje de este microuniverso sienta culpa, pero ¿entonces para que existe el dinero, la clase, el estilo, la jerarquía?

Sí, La Zona cuenta con el apoyo de actores como Daniel Jiménez Cacho, Carlos Bardem, Maribel Verdú, Blanca Guerra, Claudio Obregón, y sin embargo, el sentido de la película es lo que exibe: que después de las cavernas, poco hemos logrado en verdad
.

Labels:

Tuesday, March 18, 2008

Una vida condenada por la mentira

Briony (Saoirse Ronan de niña, y Romota Garai de adulta) es una niña que siente la aspiración de ser escritora, a sus 11 años ya escribe obras sencillas que planea representar en las reuniones familiares. Cecilia (Keira Knightley) es su hermana mayor (de unos 19 años), es una mujer muy atractiva y que vive una sensualidad muy avanzada a su época (1936), en tanto que Robbie, (James McAvoy), además de tener la edad de Cecilia, es el hijo de una sirvienta de la casa, y técnicamente ha sido adoptado por la familia Tallis (la familia de Briony y Cecilia), estos tres personajes son los protagonistas del drama psicológico Expiación, deseo y pecado, dirigido por Joe Wrigth.

Sobre Joe Wrigth no hay mucho en su filmografía, sólo se puede anotar una cinta llamada Orgullo y prejuicio, y si nos guiamos un poco por la idea de los títulos podemos ver que es un director que gusta de los juegos de apreciación, de criticar a la doble moral de la sociedad (y que parece encontrar en el pueblo británico un ejemplo claro).

Expiación, deseo y pecado (novela original escrita por Ian McEwan y titulada por él como “Atonement”), rompe el hilo narrativo lógico, nada es completo sin alguna de las partes, y es así, por medio de fragmentos que la cinta va presentando elementos al espectador para que éste haga su propia imagen, tome partido, e incluso sea engañado por algunos instantes.

Existe, como siempre, un macroentorno que es la inminente guerra mundial, en tanto que el microentorno es la el amor, o atracción, mejor, la fantasía de Briony hacia Robbie, la cual lo hace celar sus pasos, estar pendiente de su flirteos con Cecilia, exponer su vida para asegurarse que Robbie será el caballero galante que la librará del apuro, y más, en un arrebato de celos (o de protección) inculpará a Robbie de una violación con nada más que su conicción de que así debieron ser las cosas. Robbie terminará en prisión, ¿por ser culpable o por no tener un respaldo aristocrático que lo libre del problema? Es fácil adivinar cuando es el hijo de una sirvienta y ha mordido a la mano generosa que antes lo protegio.

La cinta de Wrigth dará continuos saltos, de pronto veremos que el tiempo recorre cuatro años, donde vemos al recluta Robbie tratar de salvar su vida en la playas de Dunkerke, donde Cecilia ha roto en definitiva con su familia por la traición de Briony, en tanto que ésta deja su futuro universitario para enlistarse como enfermera militar, pero después podemos regresar dos semanas, con lo que la atención del espectador se fortalece. Sí, los tres protagonistas de estas historias enlazadas viven su expiación, el deseo y la culpa del pecado.

La culpa y la búsqueda frenética de Briony por lograr rearmar el rompecabezas que adulteró será el pecado que tratará de expiar, sus pasiones por la literatura será el escape, el legado, la disculpa por haber separado a los amantes, por haber sido el obstáculo a su deseo, pero cuidado, no hay que engañarse con la idea de una salida rápida, de aclarar el malentendido y esperar a que la guerra termine.

Briony, como enfermera verá el dolor, la angustia de hombres y mujeres que han dado su vida por defender una causa extraña (¿por qué tenemos que defender a los franceses si éstos nos odian, reflexiona un soldado inglés), en tanto Robbie tendrá que vagar, con sus ojos ser testigo de la poca gloria que hay en la guerra, del caos y miseria a donde es arrojada la dignidad humana en pro de gloria propagandística, asido a la imagen de una postal, que como promesa de paraíso, se mantiene firme en este infierno donde no tiene un Virgilio que lo guíe o lo entregue a su Beatriz.

El salto magistral de la cinta vendrá al final, unos 50 años después, donde veremos a una Briony envejecida, víctima de una enfermedad que aunque cruel, le permitirá a su alma y a su memoria borrar el infierno que creó, un final poético para el nada poético final que Robbie y Cecilia encontraron.

La confesión de Briony se constituye en la pieza central de la cinta, y sin embargo se guarda al final, creando un estado de empatía con el sufrimiento de los amantes que bien vale la pena vivirlo en la sala fílmica.

Quizás la doble moral sea uno de los puntos que los filósofos han descuidado de la naturaleza humana, es posible que cintas como Expiación, deseo y pecado sea un ejercicio de armado de una realidad que nunca está definida, en donde todo depende de momentos cambiantes, esquivos, y que sin embargo son el combustible por el cuál vale la pena vivir.

Labels:

Monday, March 17, 2008

Una charla reveladora


En la filmografía de Zabou Breitman sólo encontré el antecedente de 2002, Acordarse de las cosas bellas (que no recuerdo en nuestra cartelera saturada de plástico fílmico), y sin embargo su nueva propuesta El hombre de su vida presenta un interesante ejercicio de búsqueda de la identidad humana por medio de una visión integral y con varios perfiles muy bien trabajados.

El hombre de su vida se centra en una casa de campo donde Frederic (Bernard Campain) es un esposo como cualquiera, atiende a su hijo, quiere a su esposa Fredérique (Lea Druker) y goza de un verano en el campo en compañía de sus vecinos. Unas vacaciones campestres que parecen ideales para cualquier familia feliz.

La historia no tiene giros espectaculares o de sensualidad exagerada, sólo sugiere un cambio de perspectivas que va introduciendo al espectador en un ambiente de estética, de búsqueda de respuestas, de esa identidad y de apariencias que por paradójico que suena, en su perversión mantiene cohesionada a la sociedad.
Es en este ambiente amable que aparece Hugo (Charles Bergin, a quien ya vimos en Padre e hijos), Hugo es un diseñador que puede pasar por libertino, es homosexual, gusta de la belleza un tanto andrógina, nada desnudo en su alberca, vamos, se podría decir que es un metrosexual metido en la campiña.

Por medio de intensos desgloses de un diálogo en particular, Breitman nos va presentando a un Hugo amable, pero a la vez intenso cuestionador de los principios que agradan a la sociedad: amor, matrimonio, estabilidad, fidelidad, entre otros. Hugo es apasionado, pero no alza la voz, y paulatinamente va inquietando a Frederic, quien empieza a ver en Hugo como alguien más allá de un vecino con ideas sofisticadas.

La metáfora se completa de dos formas, digamos que la visual es cuando ambos pesonajes se internan en el bosque para trotar, Hugo siempre irá de frente, y su cuerpo será delineado por los rayos del sol, este reflejo matutino marcará el camino para que Frederic empiece a dudar no de su masculinidad, sino de los valores a los que ha apostado en la vida y que hacen a Hugo tan sólido, tan admirable, tan atractivo en su forma de ser y de buscar el equilibrio.

Ahora, la metáfora se complementa con Hugo cargando a Frederic, pues se ha lesionado en su trote matutino, y es así como este caballero carga en sus hombros a un Frederic que es conducido por campos de una belleza particular, la imagen que da motivo al cartel promocional es un campo de girasoles, lo que me parece que se puede interpretar como el movimiento de la flor en idéntica manera a como Frederic ve a Hugo, es el sol al cual va a tener que voltear a ver como su nuevo referente.

Sí, la cineasta francesa va a dulcificar la imagen del hombre en su búsqueda de identidad, pero no va a dejar pasar por alto el rechazo a la homosexualidad, el distanciamiento de las familias por preconceptos sociales y morales, la angustia y crisis de la familia que está viendo trasnformado su equilibrio, así como la violencia sexual que tan comúnmente se ve cubierta por la educación y las buenas formas.

El hombre de su vida es un buen ejercicio de seguimiento fílmico, donde una charla al amancer será como un nuevo despertar para Frederic, pero el exponerla desde diferentes ángulos, y descubriendo poco a poco el contenido de esa plática hace que la cinta no pierda intensidad.


La dirección de la película no pierde de vista el juego de las imágenes narrativas, como el departamento de Hugo, donde un piso de vidrio nos permite ver la estética masculina con ternura, con inocencia, con una candidez que sólo una mujer puede trasmitir; o bien, en un juego de sombras que van completando palabras al ser proyectadas sobre un muro de su despacho y así hacer que la oficina de Hugo tenga ese perfil camaleónico. El hombre de su vida obliga a que el espectador permanezca atento a lo largo de sus casi dos horas de duración.

La experiencia va a confirmar algo a Frederic: no es invencible, tiene debilidades, y permanecer ajeno a esto es tanto como traicionar su propia existencia, su alter ego, representado por su hijo vestido de súper héroe, terminará por evidenciar el dilema en donde ahora el protagonista tendrá que buscarse.

Labels:

Friday, March 07, 2008

Sadismo con principios


El gran Lebowski, Fargo, El hombre que nunca estuvo, ¿Dónde estás hermano?, son las películas que he visto de los hermanos Coen, y en todas ellas hay pequeñas marcas que aunque comunes son muy divertidas y atractivas en su estilo narrativo.

Guardando las proporciones, o mejor, en un tono polémico, me atrevería a decir que los Coen ya son de ese club del sello de Woddy Allen, donde los actores buscan prestigio más que dinero al trabajar con estos hermanos que logran trasmitir muy bien el sentimiento popular de nuestro llamado vecino del norte.

Sin lugar para los débiles (más preciso me parece Sin lugar para viejos) es la nueva propuesta de Ethan y Joel Cohen. La historia se desarrolla en el desierto texano, y en donde el entorno de cacería se va manifiesta a lo largo de la cinta.

Llewelyn (Josh Brolyn) es un cazador que hallará el saldo de una matanza entre narcotraficantes, algo así como unos 12 o 15 masacrados en la nada del desierto (sólo encontrando un moribundo traficante suplicante de agua), digamos algo que ya es parte de los usos y costumbres de este lado de la frontera. Su escuela de cacería lo lleva a toparse con una valija que tiene algo así como 2 millones de dólares. El golpe de suerte está planteado desde el inicio.

Llewelyn, sin embargo, no podrá tener la mente tranquila, y a media noche llevará agua al que único sobreviviente que encontró en la zona de la matanza. ¿Tendría motivos éticos o morales para este gesto de caridad?, no, sin embargo él mismo le dice a Mary Jane (su mujer) antes de salir: “Voy a hacer una estupidez”.

Es por medio de esta estupidez que inicia una cacería por la valija millonaria, y en donde el resto del elenco de la cinta va tomando su papel y peso en la historia. Veremos a un Llewelyn perseguido por Antón (Javier Barden), a un Carson Wells (Woody Harrelson) que trata de ser su única opción de salir con vida, y a un sheriff viejo y rebasado por la maldad que impera en el mundo (Tommy Lee Jones).

Hay varios puntos que hacen a la cinta de los Coen muy atractiva: poner a un asesino en verdad frío, desalmado, realmente incalificable (algo complicado en estos tiempos que vivimos), como Antón. El dotarlo de sadismo no quiere decir impedirle elegancia, pues lejos de ser amante del baño de sangre con armas de fuego se vale del aire comprimido para liquidar a sus enemigos. Por favor, pongan mucha atención al papel de la moneda de la suerte, sobre todo en la gasolinera.

Hay más, la búsqueda del dinero hace que por momentos Antón sea el cazador, pero también por instantes Llewelyn es quien marca el paso del acecho. Paralelo a ello, el sheriff se mantiene cerca, reflexiona sobre la maldad, sobre esos colegas que trabajan sin pistolas. Cuidado, no se trata de poner a un simple policía rural, muy seguramente es toda una metáfora del buen juicio, de la justicia, de lo bueno que hay en todo ser humano que es incapaz de comprender la cacería que se hace por dólares. En algún momento se existe un diálogo así: “Ahora todo es traficar y el dinero”, es decir, como si la delincuencia se hubiera prostituido en la actualidad.

Ahora bien, hay varias secuencias de auténtico sadismo y escándalo, y nunca aparece nadie que grite, patrullas, equipos de rescate, o algo similar, la matanzas se da en soledad, sin testigos, sin ruido, sin curiosos. ¿A caso no parece el entorno mexicano, concretamente capitalino?, Es ahí un paralelismo que puede ser evidente: Sin lugar para los débiles es una representación de los pueblos del “viejo” oeste, donde al haber duelo todo mundo se escondía hasta que uno de los pistoleros quedara muerto. Los Coen nos traen una historia de vaqueros, pero aquí los buenos están desbordados, y los malos están en su escenario a sus anchas.


Sin lugar para los débiles nos va mostra matanzas en verdad impactantes, protagonistas que son masacrados con la mayor naturalidad, buenos que se empeñan en comprender a la miseria humana, perversos que no funcionan por dinero, o por ambiciones personales, es más, se podría decir concretamente que Antón es un tipo con principios, su sed de sangre, si se ve con calma la cinta, está justificada y nos plantea interrogantes inquietantes sobre la naturaleza humana.

Más que enlistar los premios o honores alcanzados por la cinta (que me parece inferior a Petróleo sangriento), sin duda ofrece un punto de vista muy actual sobre la condición humana, ah, y sin que deje de mencionarlo, por favor, que no se vaya a hacer un drama por la forma tan… folklórica en que la cinta expone al lado mexicano, después de todo, es muy posible que lo expuesto en Sin lugar para los débiles sea sólo parte del “training” que disciplina al narco mexicano.

Labels:

Wednesday, March 05, 2008

Un ateo vendiendo su alma a Dios





Boogie Nigths (1997) y Magnolia (1999) son cintas que aparecen en la filmografía de Paul Thomas Anderson, y me atrevo a decir que en cada una de ella va superando su calidad narrativa, su profundidad de emociones y la eficacia de la trama, incluso superando el horrendo título impuesto de Petróleo Sangriento, su más reciente trabajo.

En su momento critiqué a Ang Lee en Secreto en la montaña, pues la historia se convirtió en una serie de estampas con poca relación, sin fuerza en los personajes y que me parecía que después de 45 minutos había agotado el dilema (por cierto, mantego mi afirmación). En el caso de Petróleo sangriento, también se van tejiendo una serie de andanzas, pero con la cualidad de ser fuertes, de ocultar parte de su información para momentos posteriores, de tal manera que hasta los últimos 5 minutos hay sorpresas guardadas para el espectador.

Anderson centra la narrativa fílmica en Daniel Plainview (Daniel Day Lewis), y en el nombre mismo pone el sello del visionario. Daniel es un minero que a base de golpes, accidentes y mucha astucia pragmática va armando un emporio petrolero en Texas (sí parte bonita que se quedó en EU).

Daniel es un hombre práctico, frío calculador, con lógica de negocios, pero no por cuadrar los números (cosa ya por descontada), su lógica consiste en saber negociar, en saber conceder y en saber cobrarse en el momento indicado. A medida que logra un negocio va confirmando su idea de supremacía sobre los demás. Daniel es algo así como una manifestación viva del Leviatán, donde la óptica que predomina del ser humano es mísera, reduccionista, plagada de ambición, traición, y eventual supervivencia del más sanguinario.

¿A qué se tiene que sobreponer Daniel Plainview?, a un oficio como la minería, tan riesgosa como en la actualidad, pero con menos difusión posible, a una comunidad religiosa (la Iglesia de la Tercera Revelación) que es encarnada por Eli, un pequeño fanático que en nombre de Dios busca lo más jugoso de los negocios terrestres; además de la férrea competencia de la naciente industria petrolera.

¿Tiene Daniel algún tipo de descanso en su frenética lucha de poder?, su hijo,. Un chico simpático, agradable a la vista, que es algo así como la cara tierna que ofrece al momento de cerrar negocios. Plainview es también visionario en ello, sabe que su rostro y sus asuntos son rudos, y una cara inocente y juvenil le abrirá la aceptación de granjeros que ven en la tierra el mayor bien del planeta (aunque sólo haya piedras y tierra).

Pero a medida que Daniel va concentrando sus logros tendrá que ceder más cosas, por ejemplo el convertirse al culto de la Tercera Revelación (una escena muy simpática), a la aparición de un medio hermano aparecido de la nada, e incluso vivir con la sordera de su hijo, producto de un accidente en una torre petrolera.

Pero cuidado, no nos vayamos con el engaño, Daniel va a conseguir una opulencia absoluta, y sin embargo la dirección de Anderson no olvidará que se trata de un personaje ambicioso de poder, de demostración, que se encuentra feliz durmiendo el piso, ebrio y grosero, que busca destrozar a todo aquello que le represente una amenaza o competencia, de lo cual será víctima también su hijo, ¿la revelación del final será producto de su ira o de por fin revelar una verdad?, habrá que reflexionarlo.

Por supuesto, el remate de la cinta es contundente, es brutal, es una alegoría de lo que desearía cualquier ateo que vendió su alma a Dios con tal de hacer negocios y que termina por reclamar lo suyo, como si se tratara de un Tartufo que sí logró salir victorioso.



Petróleo sangriento (me parece más atinado el literal Puede ser sangre) es una cita que se apoya en la narrativa visual, en secuencias muy empáticas (una pierna rota, un obrero muerto por un tubo suelto, entre otras), por discursos muy crudos y muy persuasivos, con planos muy amplios, con con cercanía a las emociones de cada personaje, y todo ello enmarcado con una banda sonora (Jonny Greenwood) que delata ambición, asechanza y un ritmo que incluso ni parece de Hollywood.

Petróleo sangriento me parece una gran cinta superior en ciertos detalles a Sin lugar para los débiles (aclaro, esta cinta me gustó y más adelante se comentará); sin embargo, la cinta de Anderson es una muestra, a mi parecer, de un director maduro que escarba en las actitudes que han hecho del imperio americano ese tirano cínico y traidor que a la fecha conocemos.

Labels:

Tuesday, March 04, 2008

La sangre llama



Sangre de mi sangre es la primera película que dirige Christopher Zalla, y me parece que se trata de un inicio alentador. A mi juicio tuvo la mejor decisión en sentar la base de su relato en un actor como Jesús Ochoa, que a mi parecer es uno de los actores más dominantes en el medio mexicano. No sé si su estilo sea puro, si esté refinado, si se comporte de manera similar en cada uno de sus trabajos, pero sin duda llena la pantalla por más tosco, agresivo o antipatico que sea su personaje.

Sangre de mi sangre es un relato de dualidades, Pedro (Jorge Espíndola) es un chico de diecisiete años que viaja a Estados Unidos, concretamente a Brooklyn, para encontrar a su padre, Diego (Jesús Ochoa), pero en el viaje conoce a Juan (Armando Hernández), quien termina suplantado a Pedro, digamos que el vivillo de la película, y es así como ambos personajes empiezan su particular búsqueda.

Diego, el padre en cuestión, es un mexicano que reside en Estados Unidos con la intención de olvidar su pasado, es hosco, encerrado en sus trabajo (lavaplatos y fabricante de flores de fantasía), que vive en una miseria absoluta, quizá para expiar sus errores, quizá para no ser deportado como ilegal, quizá como un estilo eremita que lo satisface al alejarse del mundo.

En tanto avanza la historia la dirección va mostrando diversos personajes y situaciones desalentadoras, carentes de valores más allá de lo económico, donde la soledad, la falta de futuro y el comercio sexual (en muchas de sus variantes) se van entrelazando como una respuesta y crítica al sueño americano. Sangre de mi sangre es la antítesis del glamoroso Nueva York de las películas de Woody Allen.

La búsqueda de estos tres personajes centrales no será fácil. Pedro está sin un papel de identidad, sin dinero, sin saber nada del idioma, es una apátrida que deambula por lo más bajo de Nueva York, Pedro, por su parte, no puede dejar atrás su estilo de vida: robo, engaño, apatía, búsqueda de la oportunidad de su vida (chingando a alguien, desde luego), y aunque es obvio que no desea dejar ese estilo de vida, tendrá que enfrentarlo a las consecuencias.

Por medio de imágenes sórdidas, de filtros en color verde que acentúan los estados de ánimo de los personajes, Diego poco a poco se irá involucrando con el Pedro que se le ha presentado. Después de todo, es algo así como él de joven: seguro, presumido, altanero, echador, como se dice en México. Diego empieza a verse proyectado en el gandul que dice que es su hijo, sin que ello elimine la posibilidad de enfrentamientos, de reclamos, de aceptación de culpas, y sobre todo, de defender cada uno su posición de macho dominante.


La dualidad de la historia se confirma con las decisiones de Pedro y Juan. Juan no tiene mayor escrúpulo en dominar la situación, sacar ventaja, comprar lo que desee y para ello valerse de cualquier medio, en tanto que Pedro va a ser el ejemplo de estoicismo, será llevado al límite de sus valores, de su moralidad, sí, será doblegado, pero ello no quiere decir que se entregue al sistema corrupto en el que cimienta un imperio como el americano.

La búsqueda, como en la historia más clásica terminará con una navaja que pareciera que desde el inicio de la cinta reclama su ofrenda de sangre, y ese será el inicio de la pena de Juan. ¿Y es que puede haber más tormento para un timador que por fin atreverse a decir la verdad y no que no se la crea nadie? Diego al final podrá ser ese padre protector, sacrificado en el juego de los personajes, en tanto que Juan continuará como empezó la cinta, corriendo, perseguido, quizás ahora no por matones, ni por la policía, sino por sus propios remordimientos, por la culpa que va tan sólo un paso atrás de él, que no lo alcanzará, pero que tampoco lo dejará tranquilo.

La cinta de Zalla también se fortalece con un papel de apoyo de Eugenio Derbez (¿llegó el momento que reclamará que sí es actor?, al tiempo) y de Paola Mendoza, una drogadicta que guía a Pedro por el purgatorio noeyorkino, además de una ambientación que plantea seria dudas de si en verdad vale la pena este tipo de aventuras a Estados Unidos.

Sangre de mi sangre no intenta convencernos de que hay que quedar en México, o que hay que vengarse de los americanos explotadores, ni siquiera denunciar los valores morales más tradicionales, es tan sólo plantear los dilemas que cada vez ahogan más a la humanidad: ¿cuál es nuestra identidad? Alentador es el inicio de Christopher Zalla.

Labels:

Sunday, March 02, 2008

Juno, o madurar a pesar de todo


He de confesar que escuché buenos comentarios de Juno, crecer, correr y tropezarse, y para excepción de mis gustos fílmicos terminé viendo la cinta, claro, tomé ciertas precauciones como un boleto gratis por mis puntos acumulados como cliente frecuente, así como un horario bien matutino para evitar a la mayor parte posible de adolescentes enviados por voluntariosos y animosos maestros. La cosa no estuvo tan mal, usé mis puntos y sólo tuve que callar a una grupito de “pubertas” en una ocasión.

Ahora, sobre la cinta, tiene sus partes muy lúcidas, aunque otras que, la verdad, resultaron como lo esperaba; con todo y eso la película tiene elementos muy rescatables.

Empecemos por la dirección, que recae en el canadiense Jason Reitman, mismo que se distingue en su filmografía por abordar los temas de una manera políticamente incorrecta (suena muy odioso, pero la expresión puede ilustrar), como lo es Gracias por fumar, y bueno, ahora con Juno vuelve a plantear un tema bastante delicado, como lo es el embarazo en la adolescencia, con una óptica que escandalizaría a muchas personas políticamente correctas (que necedad la mía).

La primera parte de la cinta de Reitman navega por el dilema juvenil del embarazo no deseado, un guión que exalta la forma estúpida o inocente en que Juno toma su avasallante problema y unas figuras paternas bastante diluidas. Esto no quiere decir que está mal por necesidad. Si lo vemos con perspectiva, es muy honesto poner a una chica que se arrepiente de abortar al saber que su niño ya tiene uñas, o que al verlo en el ultrasonido diga que tiene la forma de un moco, lo extraño sería algún tipo de reflexión filófica profunda o frase hiperbólica cuando precisamente se ha metido en ese problema por imprudencia. Reconozco que mi crítica responde más a que por momentos se requiere que los personajes caigan en el discurso al estilo de American pie (el aborto).

Ahora, en lo que es la segunda parte del relato, Ellen Page (Juno) es quien toma el control de la historia, no por estar embarazada, o por haber decidido que va a dar a su bebé en adopción a una pareja deseosa de tener un niño, sino por su cándida responsabilidad, por saber lo que hay que hacer, lo que quiere para un niño que no quiere, pero al que desea que la vida le resulte con mejor destino.

Juno va a tener que ir contracorriente en su mundo, pues en la escuela es vista como un fenómeno, claro, es un fenómeno para todos esos chicos que tienen una vida sexual desenfrenada, pero que son escrupulosos ante las consecuencias. Juno expondrá esa cara hipócrita de la sociedad que puede cometer cualquier exceso, siempre y cuando no tenga evidencias o contraveniencias sociales.

A la par de este entorno juvenil, Juno va a intimar, en el mejor de los sentidos, con la pareja que adoptará a su hijo, pues desea que esté en un hogar, en armonía, con un buen principio. Esto se plantea desde la inocencia juvenil, y que a la vez expone el contraste de ese matrimonio donde Vanesa (Jennifer Garner) desea que todo sea perfecto para el niño que adoptará, en tanto que su esposose muestra más pendiente de acechar a la adolescente barrigona que ha llegado a su vida y de poder cristalizar su sueño de ser el siguiente Kurt Kubian.

Al tiempo que la historia va madurando el ruido en la sala fue disminuyendo, la atención quedó atrapada cuando esta chica de 16 años tiene mucho más claro lo que quiere, en donde su valentía termina siendo la energía que Vanesa necesita para salir adelante sin la presencia del marido.

La cinta, al final, deja contentos a todos los que quieren involucrarse, no se trata del fin de una pesadilla, más bien es la forma amable en que deben terminar los conflictos, donde cada quien va a tener lo que desea, lo que quiere, ¿y no tendría que ser siempre así?, vamos, no todo tiene que ser Madame Bovary o Cumbres borrascosas, también es posible que todo mundo tenga su recompensa, ordene su vida con el universo, y no por ello se tenga una historia bonita y simplona.

Es cierto, las chicas en la sala se emocionan más cuando Juno y Pauline (en chico que embaraza a Juno) se dan un beso tierno, para las chicas pasa de largo el proceso de la decisión y madurez que vive la adolescente, sin embargo, con apego a los principios que guían al cine, Juno, crecer, correr y tropezarse, es una cinta interesante, agradable y muy ilustrativa en cuanto a que el problema no es tanto el embarazo no deseado, sino el tener claro qué es lo que se quiere, sin gritos, insultos, amenazas ni lágrimas forzadas.

Labels: