Monday, December 25, 2006

Todo lo barato lo compra el dinero, ¿y lo demás?


Elsa y Fred es una película que no tiene aspiraciones por mostrar algo nuevo en el cine. No está saturada de frases reflexivas, fuertes, de confrontación. Es más, desde poco menos que la mitad de la cinta sabemos en qué va a terminar. Dado este notable vacío de concepto, ¿a qué se debe que haya durado casi 6 meses en la cartelera de la ciudad de México? Me parece que a lo más simple, a la emotividad y pasión con que es dirigida.

Considerando lo que es la vida en cartelera del cine de propuesta (odiosamente llamado “cine de arte”) de apenas dos semanas, tres si las cosas se dan bien, Elsa y Fred se significan como un enigma: Un anciano que recién enviudó empieza a relacionarse con una mujer que pareciera que vive condiciones semejantes, la diferencia: ella muy apegada a la vida y sus aventuras, él muy ordenado, medido en grado extremo a lo seguro.

Sí, de nueva cuenta una historia en donde el loco termina un poco cuerdo y el cuerdo logra poner algo de locura en su vida. El escenario ahora no es un lugar de La Mancha, sino las céntricas calles de Madrid. Ya hace un par de años el director sueco Vladimir Michalek nos regaló Por siempre joven, y realmente la idea es similar: una visión de la vejez con alegría por la vida, por no limitarse ante los placeres, de atreverse a lo imposible de acuerdo a la percepción y juicio de lástima que se le tiene al viejo (que para mucha gente pareciera lo que rebase los 35 años)

El director Marcos Carnevale no tiene una zaga amplia o que sea notablemente conocido en México, quizás se recuerde algo Almejas y mejillones, comedia donde un heterosexual se enamora de una lesbiana. Ahora bien, con Elsa y Fred logra una historia sencilla pero cautivadora. Sí, es un film que sin estamos desprevenidos terminamos sollozando en el antro que el es cine, pero qué diablos, si no se puede uno sincerar en la oscuridad, ¿entonces en dónde?

La historia es protagonizada por Concepción Zorrilla (realmente desconocida en México) y Manuel Alexandre (si ha visto series de comedia de Antena 3 lo identificará fácilmente) y son los personajes ideales. Doña Concepción, logra una Elsa maravillosa, un poco distraída, bastante mentirosa, mitómana pero encantadora. Elsa es una mujer que aunque se está muriendo goza al escuchar a Serrat cantando “Hoy puede ser un gran día”. Por su parte, Alexandre logra que Fred hable con naturalidad, con tiempo, con los ojos, con esa lentitud soberbia que da a la experiencia en escena.

El reparto lo complementan Blanca Portillo que interpreta a Cuca, hija neurótica de Fred; José Ángel Egido como esposo de Cuca, sutilmente interesado en el capital de Fred y así echar a andar su propio negocio; Roberto Carnaghi (Gabriel, hijo de Elsa), Carlos Novoa, como Juan, amigo confesor de Fred; y Federico Luppi (en breve aparición como el ex marido de Elsa, pero soberbio en un diálogo donde advierte a Fred de las locuras de ésta, para terminar dando el consejo supremo de su vida: "¿sabe qué, no la pieda por nada del mundo").


Ahora bien, ¿cuál es el motor de la historia?, El mismo Carnevale lo confiesa: su vida fue marcada por la imagen de Marcello Mastroianni y Anita Berkman en La Dolce Vita y la escena más famosa de ésta: la rubia espectacular entrando a la fuente de Trevi en una de las más sensuales escenas que se hayan filmado.

La fijación de Carnevale se ve materializada en Elsa, que confiesa, y tal vez esta sea la única verdad ciega de ésta, su deseo se recrear la escena ya citada como un, pareciera, gran cerrojazo de lo que ha sido su vida. Fred se convierte en su cómplice, no de travesura, sino de gusto por vivir.

Las situaciones y circunstancias de la cinta son sencillas, incluso como meras anécdotas, no hay mayor profundidad o mensaje en ver a una pareja de ancianos salir de un costoso restaurante sin pagar, de ver a Elsa en cuanto sencillo accidente de tránsito provoca, en un ritmo de galanteo en donde a veces inicia Elsa, donde a veces busca Fred, y si esto le parece muy sencillo de nuevo le pregunto: ¿cómo ha hecho esta cinta para estar casi seis meses en cartelera?

Tal vez sea la dulzura melancólica de Fred, tal vez los embustes de Elsa, quizás el conocimiento de que ella, con tanto apego a la vida, la tiene contada, tal vez por el gusto que da ver a un anciano que “ya no se está dejando morir, sino dejándose vivir”, o bien, por ver que de nuevo os recuerda abrir los ojos a lo que realmente vale la pena en la vida, y que curiosamente no es la obtención de dinero. Todos estos escenarios son muy bien musicalizados por Lito Vitale muy en el ritmo de Cinema Paradiso y Ennio Morricone
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¿Por qué vale la pena ver Elsa y Fred?, no lo sé, ¿pero es que todo en la vida necesita explicación? Quien sabe, esta producción española de 2005 es simplemente disfrutrable.

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Monday, December 18, 2006

El esclavismo a examen


Lars von Trier se significa como uno de mis directores favoritos. No es un director que nos acostumbre a cintas express, más bien tienen un largo periodo de gestación, y ello es algo que se agradece en estos tiempos de historias prefabricadas, adaptadas y con un tufo a plástico de lo más común.

¿Por qué me gustan sus películas?, por su propuesta de plantear dilemas éticos que exponen, me parece, de manera inteligente la simple profundidad del ser humano, por la forma en que su cámara se mueve en todo momento, por las ediciones de la cinta, lo que obliga gratamente al espectador a completar, a ser parte activa del relato, por los rostros que captura, dejando espacio para el diálogo, pero también a la reposo de las expresiones en sus actores.

Cintas como, Bailando en la oscuridad, Dogville y recientemente Manderlay tienes en común el cuestionamiento a las reglas con que la sociedad norteamericana se mueve, a los valores que la soportan, a los principios más relativos y viciados en los que se funda el sueño americano.

Deseo hablar de Manderlay, que se significa como un lugar ubicado en el sur de Estados Unidos, claro, los estados sureños, tan proclives al esclavismo, este flagelo que se trata de cubrir con el fervor democrático, pero que sigue siendo una cuenta no saldada en el imaginario colectivo americano.

Manderlay es un relato en 8 capítulos, en donde de manera genérica se puede decir que Grace, hija de un gangster, decide que debe quedarse en un lugar llamado Manderlay, pues siente un compromiso y deuda moral (compasión, que desea llegar a esa gloria llamada agradecimiento eterno por mostrar el camino correcto, como todo profeta lo desea) con los aún esclavos que trabajan en dicha propiedad.

El hilo conductor visible es la manera en que Grace, apoyada por un grupo de gangsters cedidos por su padre (el siempre fino Willem Dafne), es decir, a punta de pistola, va mostrando a los esclavos que la libertad es el bien más preciado de la humanidad. (“Libertad. Horrible libertad”, gritan las hormigas al ser liberadas de manera accidental por Homero Simpson, claro, el célebre capítulo en que Homero va al espacio).

¿Por qué es el hilo conductor visible?, porque en el cine de Lars von Trier siempre hay una subtrama que se va tejiendo para que de pronto salga a la superficie y te haga sentir muy bien por haber visto cine inteligente. Se expone la productividad, la democracia, las elecciones, el deseo sexual, el sometimiento a reglas no escritas, entyre varias más).

Las actuaciones de Bryce Dallas Howard (Grace), Isaach De Bankolé (Timothy), o Danny Glover (Wilhelm) llenan la pantalla, porque el director les da espacio, los deja desarrollarse, le a cada uno un carácter, un fondo, expone sus miedos, sus debilidades, por que los ubica en situaciones irónicas.

Veamos ironía simples, los esclavos no tiene la iniciativa de arreglar sus barracas y así dejar de sufrir por la goteras, es Grace, la guía de la iniciativa de la libertad la que les da la muestra al iniciar clases de democracia, de decisiones para que usen los árboles que rodean Manderlay, aquellos que los amos, los blancos, nunca quisieron tocar en su odioso papel de dueños de la vida y sus riquezas.

Y sí, las casas se arreglan, todos trabajan, todos son felices, hasta que llega una tormenta de arena, la primera de la que se tiene memoria, claro, ya no están los árboles que protegían a la comunidad, y tras sufrir tormenta, entre otras cosas, una niña cae enferma, lo que ocasionará otro tipo de dilema moral bien interesante, ¿se hizo lo correcto talando los árboles?, ¿era mejor sufrir las goteras?, ¿la iniciativa de mejorar trajo una desgracia?

A lo largo de la historia Lars von Trier va a modelar a los personajes, expondrá los trucos con que se mantiene siempre atrapado en deudas al esclavo (al colonizado, al tercermundista, etc.), la manera en que la fuerza más generosa termina corrompida, a identificar ese aparente mal equilibrio del sistema esclavista que es cuestionada no es su extinción, sino en la conveniencia de su permanencia.

Pero el punto más excitante para un servidor es la clasificación de esclavos que se encuentra en un misterioso libro que pertenecía a la dueña de Manderlay. Ese libro que puede ser cualquier dogma, al que se le respeta, más allá de razón, que tiene las respuestas si las queremos ver, y que por asombroso que parezca, por opresor que pueda parecer, es producto de la misma gente que sufre sus efectos, ¿acaso no es esa la historia de una religión fanatizada, de un régimen fascista, de un modelo de vida globalizador?

Y la mejor forma en que el director cierra la historia es volviendo esa fuerza liberadora en lo que cuestionaba, en la fuerza que castiga, que golpea, que confirma superioridad, que destroza la piel a latigazos. Donde se funde odio y superioridad, donde se cuestiona la formación de un mundo nuevo.

Manderlay es una denuncia del modelo americano más hipócrita, por favor, vea la cinta hasta que pase el último crédito, que también es relato de la cinta. Pues el cine de Lars von Trier es inteligente, de muchas lecturas, un cine que desquita cada minuto de proyección y que se tiene que disfrutar con ojos muy atentos

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¿Elegir entre realidad o fantasía?

“Somos lo que elegimos” advierte el Duende verde al Asombroso hombre araña en el momento definitorio de la película, y el caso del cine no es la excepción. Y en ese camino de elecciones llego a esta simple reflexión: Peter Jackson toma una historia mítica y nos entrega una carnicería alegórica de la edad media (todo lo que quiera decir del Señor de los anillos). Tim Burton puede darnos un paseo por lo que pudiera ser cotidiano en su universo y nos regala un poema (por ejemplo El gran pez); sin embargo, una vez que disfruté El laberinto del fauno me queda la emoción de un poema, con la dualidad de la denuncia, pero sin caer por fuerza en la carnicería exaltada.

El laberinto del fauno es una historia en la que del Toro juega en dos dimensiones, la mística y la realidad. De la combinación de ambas encuentro un relato fantástico, pero no por ello aislado de un entorno escalofriante, doloroso, profundo. El centro ¿imaginario? no es motivo para olvidar lo que ocurre a nuestro alrededor.

Pero vayamos por partes. Para que haya una buena historia es común tener buenos actores. Dos son sus referentes de carácter: Maribel Verdú y Sergi López. La Verdú (Mercedes) ha demostrado que es capaz de echarse la historia a cuestas en momentos muy fuertes del relato; en tanto que del Toro deja la responsabilidad del papel masculino en Sergi López. Es muy posible que este nombre no diga mucho en México, y es una pena, tal vez si lo tocara Almodóvar sí que sería conocido. Para quien gusta del cine poco comercial seguramente lo recordará en cintas como Oeste, Hombres felices, Reinas por un día, Un amigo como Harry, Una relación íntima, entre otras. Sí, todas ellas se han exhibido en México, ¿Qué cosas no? Sergi López, como el capitán Vidal se erige enorme, brutal, soberbio, como el macho que encaja perfectamente es esa odiosidad mojigata que puede cuestionar en el más rancio estilo ibérico.

Del otro lado tenemos a Ofelia, interpretada por Ivana Baquero. Una niña que goza de los cuentos de hadas, que cuenta relatos a su hermano aún en el vientre de su madre, que puede ver y decir a las hadas cómo deben ser, que se interna en las más diversas pruebas para poder regresar a su lugar como princesa de un reino mágico del cual un día salió, y cuando vio al luz del sol quedo cegada y olvidó todo lo que sabía.

El film de Guillermo del Toro nos da la posibilidad de ver la historia desde el lado fantasioso o del real, siempre y cuando distingamos qué es lo fantástico y qué es lo real. Tomemos dos ejemplos sencillos: Ofelia es capaz de internarse en un árbol milenario que está seco, en su interior encontrará aun sapo de enormes proporciones, al cual le debe poner tres cuarzos en su boca para que de esa manera pueda obtener una llave que posteriormente le será de utilidad; o bien, ver la forma en que el capitán Vidal asesina a golpes al hijo de un cazador, con una botella, para luego darle un par de tiros al cazador por defender a su hijo, y al hijo, seguramente para dejar un huérfano en el mundo. Defina usted cuál de los dos ejemplos debería ser el fantasioso y cuál es más común. Ya le dije: Somos lo que elegimos.

Pero cuál es elemento integrador de todo este relato. El fauno, un semidiós romano que vive en los campos y las selvas y que persigue a las ninfas (nada tonto el fauno). Éste se presenta en varias ocasiones a Ofelia, le indica ciertas pruebas que debe superar si es que desea regresar a su reino, y sobre todo, huir de la asfixiante realidad en la que vive Ofelia y en la que vivirá su futuro hermano.

¿Guillermo del Toro nos presenta una historia de desesperanza o de confianza en lo que vendrá?, perdón la insistencia, depende de lo que nosotros queramos ver. Se dice que en la actualidad se han perdido valores y que vamos de mal en peor. Si vemos con rigor, en el momento que deseemos, ¿no siempre la historia de la humanidad ha sido crimen, asesinato, imposición, destrucción, sufrimiento, ambición, y cumplimiento de reglas de manera ciega? Acaso no hay escapatoria. Sí, si sabemos ver con cuidado.

A lo largo de la cinta Ofelia es advertida en varias ocasiones que deje en paz los cuentos de hadas, sus sueños, que todo eso es fantasía absurda, claro, después de todo ¿Quién se encuentra a un fauno cualquier día de estos?; pero, ¿y el deseo de Vidal por acabar con todos aquellos enemigos de una misma forma de pensar?, ¿y la obsesión de Carmen (madre de Ofelia) por ser querida por su nuevo esposo, Vidal?, ¿y el deseo de Mercedes de mantener un puente de ayuda a los soñadores que se oponen a las fuerzas del tirano? Me parece que todo depende de la manera en que deseemos ver lo imposible. Un ejemplo más, ¿qué es más descabellado, Ofelia abriendo puertas con ayuda una tiza en la pared o el deseo Vidal por que su hijo sepa algún día la hora exacta en que padre murió?

El laberinto del fauno representa una oportunidad de retomar los ideales y la realidad, empalmarla y saber de qué lado estamos, y comprender que la vida sin esa magia que debemos dejar que nos sorprenda es algo más que un vacío, tanto como obedecer reglas ciegamente. El mensaje de del Toro es claro y representa un cierre maravilloso, existen regalos que están ahí, sólo es cosa de saber mirarlos.

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