Monday, September 11, 2006

El placer como dogma de vida

Hablar del placer ha ocupado el tiempo de filósofos, de los buenos, desde luego, y de los malos que pretendemos algún día coordinar una idea que sí sea interesante. Ya en su tiempo acusaron a Miguel Hidalgo de ser un sibarita, es decir, elegir a los placeres sobre las cosas “importantes” de la vida.

La caída de los grandes imperios de la humanidad se genera en la vida cómoda, ligera, materialista y sexualmente muy intensa (de alguna forma se busca que el proceso sea más grato) que empieza a ser hábito en las grandes élites y que termina impregnándose en las clases inferiores. Roma es el ejemplo más notable que la historia nos regala en este momento.

Laurence Dunmore, por medio de su cinta El decadente (The Libertine) nos presenta en la lúgubre Londres (mucho más que ahora) de los tiempos de Carlos I (interpretado por John Malkovich) el escenario ideal para dejar que el genio interpretativo de Johnny Depp (John Wilmot, duque de Rochester) tome amplio dominio con sus excesos por el placer sexual (sí, es una redundancia, pero me pareció divertido reforzar al placer).

La cinta tiene la propuesta muy al estilo antiguo de dar un prólogo de advertencia. El duque de Rochester nos avisa que no busca agradarnos, no le interesa que lo veamos como un buen sujeto, o que no es noble, ni pretende encarnar virtudes, mucho menos busca el bien de la humanidad y la paz mundial. No, advierte que es ruin, despreciable, cínico, libertino, eso sí, muy honesto, firme en su convicción ante la vida.

Johnny, para sus amigos, ha insultado al rey frente a otros nobles, ha sido desterrado por sus excesos, y sin embargo, es pieza clave para que el rey logre los consensos que necesita para ejercer el poder. Hay algunas menciones políticas al hablar sobre los franceses, los holandeses, en fin, pero la historia no ahonda en la política, sino en el dilema moral.

Johnny busca demostrar que su forma de vivir es más honesta, es más adecuada a un mundo que tiene los mismos síntomas de la actualidad: pobreza, futuro negado a las mayorías, desconocimiento de los valores morales prácticos. Reflexionando, la visión de Johnny es mucho más honesta que la actual. Al menos antes sabían que la desesperanza era la real compañera de vida, sin las esperanzas que en nuestro tiempo alimenta metafóricamente la televisión.

Pero no puede existir un libertino absoluto, hay sus lazos con el compromiso, y ese punto es el teatro (lo único que lamenta haber dejado de ver durante su exhilio). Johnny ve en él a lo genuino, a las máscaras emocionales, a desprenderse de la miserable realidad para trasmitir las emociones del dramaturgo. La consumación de este compromiso es ayudar a que una mediocre actriz logre ser una diosa del escenario. Quizá este sea el momento más pesado de la película, vaya, incluso pasando a ser algo aburridona la historia.

Pero lo relevante de la historia es la forma en que vemos al despreciable Duque de Rochester degradarse paulatinamente. El director no tiene miramientos con Johnny y la sífilis que sutilmente va dibujando en nuestro guía del placer. Un cuerpo que pierde color, dientes deformes, ojos que van tomando brillo mortecino (si se permite este absurdo giro del lenguaje) y un cuerpo que de tan viciado mueve al desprecio y a la lástima.

Es en este camino sin retorno, sin alternativas posibles, en que Laurence Dunmore va sumiendo a un personaje que lejos de producir desprecio moral termina por caer bien, por entender algo sus pasiones, su gusto por la vida y sus placeres. La caracterización del duque destrozado por la sífilis es todo un ejemplo para los lindos actores que actualmente se sienten maravillosos por hacer un papel de “feo”. Paso al camaleónico Johnny Deep que sí sabe lo que es actuar y caracterizarse.

Amor a los placeres, amor al teatro, un amor a la trascendencia por otro camino, es lo que vemos en El decadente. Seguramente no será la película más interesante de Johnny Deep, ni la mejor actuación de John Malkovich, pero sí se tiene el ánimo de investigar, se podrán obtener ideas claras de que todo mundo tiene un motivo.Un detalle agregado, no pierda de vista al criado que decide proteger Johnny, quizás lo más grosero y delicioso de la cinta

Humberto Eco, en un libro epistolar hace una argumentación simple “¿En qué creen los que no creen?”, Bueno, El Decadente es una oportunidad de indagar en las más bajas y emocionantes pasiones humanas.

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Friday, September 01, 2006

Cuando lo tienes todo y te falta todo




La globalización es frenética, es veloz, en un santiamén devora a sus propios hijos, no hay lugar ni tiempo para lo que no sea consumible, para lo que no sea enajenable. La globalización es la plusvalía en su más perfecta manifestación. No estar a la moda, no consumir lo actual, no dejarse llevar por el deseo de lo novedoso es marginarse, en no estar en la frecuencia correcta, es no saber vivir lo extremo, ¿pero qué ocurre cuando decides tomar ese carril de alta velocidad? Normalmente ser víctima del mismo deseo. Elige el veneno que más te agrade.

Ya años atrás Oliver Stone nos alerta sobre este tipo de vida frenética y devoradora con Wall Street. Donde el joven ambicioso lo apuesta todo a la escalada social y económica, pero tarde o temprano el advenedizo es traicionado por eso que algunos llaman conciencia y termina siendo mandado a la cárcel por atentar contra las reglas del juego corporativo.

Un botón más lo tenemos con El hijo de la novia, producción argentina del 2003, dirigida por Juan José Campanella, y donde emerge la figura de Ricardo Darín como la nueva joya internacional del cine austral. Y que se ve soberbiamente cobijado por la experiencia de Héctor Alterio y Norma Alejandro.

Rafael Belvedere (Darín) es un empresario exitoso, claro, agitado, neurótico, intransigente, implacable, que administra el restaurante familiar fundado décadas atrás por Nino (Alterio) y Norma (quizás homenaje a Alejandro). Las cosas van bien, el dinero no es problema, el punto es Rafael: que no tiene tiempo para su hija, para su actual novia (él ya es divorciado) y en general para nada que no sea completar la jornada de trabajo que lo demanda ,y lo permite, de tiempo completo.

El contraste es Nino, jubilado y con tiempo de sobra para estar pendiente de Norma, víctima de Alzheimmer, y no encuentra más motivo de vida que casarse para por fin cumplir el sueño nunca cumplido a su entonces prometida. Nino ha descubierto que los ideales políticos poco sirven cuando la condición humana es la que busca demostrarnos que el sentido de la vida no es la ideología, sino el amor a la mujer amada.

Es en este escenario donde Rafael empieza a ver que su vida gira, el regreso de amigos de la infancia, la dudas con respecto a su estilo de vida, y finalmente dejar que el ciclón globalizador lo despoje de lo que pensaba que era suyo, y en general el ajuste paulatino a una vida que sí será la Rafael y no la que por gusto o desconocimiento tuvo que abrazar años atrás.

La cinta presenta momentos sublimes como diálogos en iglesias donde se cuestiona la lógica del matrimonio, la curisodad de Nino por saber si alguno de sus amigos sigue vivo, de una primo familiar monumental en su desorientación racional, la redefinición de la vida del divorciado, la salud de un amor que es lo más puro como motivo de existencia, el humor como una válvula que impide la locura, y algunos otros momentos que hacen de El hijo de novia, una obra disfrutable por su mensaje, su sencillez, y por el calor humano que se manifiesta en momentos muy ubicables.

El hijo de la novia presenta la definición del proyecto de vida de la persona, de tomar compromiso con lo que ralmente vale la pena en la vida, de las dualidades del tiempo (Nino viendo en la iglesia a Natalia, novia actual de Rafael), de esos matices de la cruel enfermedad de la memoria y que nos obsequia un momento intenso, maravilloso y emotivo, no hay, desde la perspectiva de este tecleador, la idea falsa, sobreactuada o de plano exgerada.

Diálogos inteligentes, situaciones sencillas, y lograr sabe si en la vida es más relevante el dinero o el poder de Dick Wattson (no comer ansias, en los créditos finales todo se aclarará) definirán dos estupendas horas de cine.

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